jueves, 12 de julio de 2007

Mala peste de malayos, oye

Los malayos de Malasia (o Malaisia) eran los malos de los relatos de Salgari a los que Sandokán vencía siempre acompañado de su Yáñez de cámara. Pero ahora resulta que son unos cacos que pululan por la costa de Hohenlohe. Ah, se me olvidaba: también andan por aquí los troyanos, una vez huidos de su Ileon particular, a caballo sobre los hombros de Odiseo.

Total, en el lugar no se salva ni dios, que dejó poetizado Blas de Otero. Y es que la nómina de 'pringaos', adictos al cohecho y al soborno, supera todos los límites imaginables, que no por ello no pensables por el estado llano. Cantantes, alcaldes, registradores de la propiedad, abogados, notarios, jueces y concejales, entre otros cargos públicos, todos están en el ajo en mayor o menor medida, a la vez que el par de cerebros de la cosa se hallan entre rejas, sufridos ellos y como presuntos. Por cierto, ya se puede dar prisa el juez Torres en lo del sumario que los cuatro años de 'presuntez' se pasan volando.

Dejo para ustedes los calificativos, las opiniones y lo que se les pase por las mientes. Me quedo en una 'chuscada': mucho spa a 500 €/noche, champagnes varios, loewesdeviaje... pero los jamones que regalaba Aifos costaban 200€, lo que traducido al idioma del post significa que eran tan solo regulares y tirando a malos. Mi carnicero me prodiga uno de recebo a 50€/kg, o sea que multipliquen por 8 (+-) ya hallarán lo que vale un jamón. Los buenos ni les cuento.

O sea, encima de que se ventilan la pasta, se dejan querer en los spases, juerguetean a modo y a lo mejor van a misa de una, de lo del jamón no tienen ni ppunto idea. Ver para creer. No, pata negra no eran, se lo aseguro, pintada tal vez...

Y la guinda la ha puesto un tal Galeote que ha dicho que vale, que porqué iba a devolver un regalo (caido del cielo se supone), que por esa regla de tres todos los españoles tendríamos que devolver los regalos que nos hacen o han hecho... Ya me veo devolviendo los soldaditos de plomo que me regaló mi abuelo y el gancho de la lumbre con el que jugaba a ser el Guerro del Antifaz.

¡Qué bochorno!

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