Las garras de astrakán de la bién pagá aureolaban el escote que derretía a la crema de la intelectualidad en Chicote (gracias Sabina), pero de aquello hace tanto que solo nos queda inusitadamente resucitado, un género teatral conocido como 'astracanada'. Si han leído o visualizado 'La venganza de don Mendo', de Pedro Muñoz Seca, habrán entrado de lleno en la función.
Esta fórmula teatral, sucesora del sainete allá por los treinta, parecía estar en desuso, pero ínclitos políticos y adláteres, todos ellos genoveses, se han empeñado en resucitarlo en los últimos años, con especial incidencia en 2007, culmen de esta forma de representar lo que tenemos en derredor.
Como ustedes seguro que son inteligentes, y si no lo son o consideran les recomiendo un cursillo de CCC en cómodos plazos, no será necesario que les recuerde a personajes de nuestra (?) política que representan nuestros(?) intereses con el astrakán puesto.
Sus dichos, decires, comentarios, escritos y cantares varios son puras boutades, astracanadas casposas, irrisorias retahilas sin otro sentido que confundir al prójimo. Y no se salva ni dios porque en la otra orilla se miran el ombligo algunos puntos que tampoco tienen desperdicio, como quien dice tal para cual.
Y no creo que el país (o lo que sea) esté para este tipo de representaciones que cansan al respetable casi tanto como algunos programas de televisión. El verdadero problema, en mi opinión, estriba en que una ristra de palmeros avalan las astracanadas, dan sordas o repican y encima luego ocupan sitio en los papeles, en las ondas o en la red.
Ya, ya sé que fusilar al amanecer está muy feo y que diezmar con gas sarín no es recomendable, así que solo se me ocurre una fórmula: utilice la urna, que algo queda.
Voy a buscar a la bien pagá, por lo de las garras.
jueves, 12 de julio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)


No hay comentarios:
Publicar un comentario