La hora de la verdad

Se ha llamado hora de la verdad a las cinco de la tarde, lo mismo que hora bruja a los alrededores de la medianoche. En un caso para desgranar el toreo ante cualquier islero y en otro para encubrir flamencos, jazzes, copas, humo, amorios y crímenes varios.

He perdido la cuenta del tiempo que llevamos enredados con el medio ambiente, el cambio climático, la sostenibilidad, la extinción de las especies y los diversos apocalipsis sobrevenidos por provocar la cólera divina, de Natura, claro.

Llevamos milenios sobreexplotándola, a Natura, claro, y es lógico que se haya cabreado y esté punto menos que lista para la explosión. A pie de calle comienzan a sentirse trompetas, llantos y crujir de dientes de distintos calibres, ora científicos, ya mass media, las más de algunos 'enteraos', acullá los especuladores del miedo y en derredor el aleteo de los gobiernos que, mutatis mutandis, ponen en marcha comisiones para que nada funcione o siga funcionando igual.

Mi pregunta, mientras no me afeito, es si no estamos haciendo el indio introduciendo vidrios, yogures, papel y otros restos ordenados en bolsitas, contribuyendo de este modo a lo del medio ambiente, ah, apagando luces, gastando menos agua y otras gachupinadas... que me atrevo a decir que no valen para nada. Mientras tanto no hay más que observas el tráfico, aviones, barcos, cementeras, ladrilleras, centrales nucleares y térmicas que, al parecer, contaminan lo suyo (y lo nuestro).

Mientras tanto millones de personas, el llamado tercer mundo, se encuentran al borde de la nada por falta de agua o de tierra cultivable, sin medicinas, explotados por multinacionales, sin más horizonte que las migraciones, sometidos a los caprichos de dictadores vendidos al primer mundo o, simplemente, negros, amarillos, cobrizos y pobres de solemnidad.

A ver quien el guapo con sentido ético que se atreve a montar un simposio por el cambio (climático) sin que se le caiga la cara de vergüenza ante semejante y real hecatombe. Así que no me hablen del apocalipsis venidero sin haber arreglado antes la que tenemos a escasa distancia y, en el fondo, no es tan difícil, si no de arreglar, si de mitigar.

Nota bene: las caretas para el Carnaval